Hasta el cuello con la meresunda

Y si gira demasiado lento este puto mundo no me importa donde todos los días te incitan a envenenarme otra vez y si los ciegos se trepan a mi hombro no me afecta y si la puerta se cierra de golpe también, muerde el anzuelo, muérdelo con fuerza, muérdelo bien si esa carnada resultó ser disfrutada por otro pez.

Ciclos de mareas

Te invito a entrar en  la habitación del pánico, erguite de a poco mirando hacia la pared, en silencio por favor, no cierres los ojos que desorienta y confunde, abandona tú cobardía por un rato para sostener la mía, así fue como comenzó toda esta ilusión previsora, así nos ocultaron de la luz del día, vestidos con retratos del trauma, recreando en silencio un pasado inalcanzable, una y otra vez, ciclos de mareas que arruinan la piel.

Sangre derramada sobre la mesa

El señor la cobijó con displicencia bajo sus brazos el día que la fiebre asomó, parecía agradecida… impaciente y luego fugó, un zumbido alcalino siempre latente, piel ceniza, sangre espesa derramada sobre la mesa, la gran agitadora, fue lo más profundo en donde alguien pudo nadar.

De boca al suelo

Viene de a ratos, juega un poco y olvida su suerte en el sofá, sonrisa floja, le pide permiso a la calamidad para burlarse un poco de mí, con sus labios morados de un rancio vino tiñe pequeños percances al soñar, ronronea descalza la muy linda y devora otro trago más, rifaría mi cuello por ella y por ese oportuno humor que nos venció siempre.